viernes, 7 de junio de 2013

Las máscaras de José Manuel Díez

He pasado los últimos días en la espiral hermosa de los versos de alguien a quien he (re)conocido hace poco por algunas de esas circunstancias que podríamos calificar de azarosas, si es que el azar no responde a un mapa previo y oculto: nacido en mi ciudad (Zafra, que tan generosa es para el talento literario, de ella vienen también las hermanas Dulce e Inma Chacón, o Pedro de Valencia, mucho tiempo atrás), es amigo de mi hermano, que nos ha puesto en contacto con motivo del premio Hiperión de poesía, en cuya nómina de vencedores José Manuel Díez ha inscrito su nombre este año. En un arreglo muy del mundo del Arte, como correspondencia a mi Devuélveme a las once menos cuarto recibí de sus manos un Baile de Máscaras; y ya no me quedó más remedio que leer.



Siete años después de su último libro de poesía (La caja vacía), José Manuel, que también lidera el grupo musical El Desván del Duende (aquí su música), ha reaparecido en la escena poética nacional con la contundencia de los más grandes, derribando la puerta de uno de los premios más prestigiosos armado con un libro redondo, sólido, admirable. Jugando a presentarse bajo las identidades de otros, Díez camufla su presencia bajo las máscaras de cada uno de ellos, no sólo tomándoles como hilo temático, sino adquiriendo el color y las tonalidades de sus formas de expresión. El resultado es una obra caleidoscópica, plural, llena de matices y verdad, en la que, sin embargo, sí es perfectamente reconocible la base armónica de la sinfonía: la voz hermosa, sensible, increíblemente precisa de José Manuel.

Baile de Máscaras es uno de esos libros que se hacen fuertes en tu biblioteca, no sólo sobreviviendo a toda mudanza, sino convirtiéndose en una de las joyas a las que recurres con frecuencia. En la mía ya comparte espacio con el Cuaderno de Nueva York de Hierro, El Poeta es un Fingidor de Pessoa, La Realidad y el Deseo de Cernuda o Los veinte poemas de amor y una canción desesperada de Neruda. Mi post es una invitación a su lectura, en la que encontraréis ritmo, belleza, una original sucesión de personajes y situaciones, y un lenguaje purísimo, cristalino, certero y afilado; un manejo prodigioso de la palabras, gracias al cual el texto penetra en la realidad, encontrando razones y ahondando en ellas.

Los libros, también los de poesía, se arman con paciencia y sabiduría, manejando elementos constructivos y tratando de dar con las claves adecuadas para conseguir la empatía del lector. Uno de los requisitos esenciales es saber cómo comenzarlos, y José Manuel lo ha hecho de un modo tan deslumbrante que después de la primera página es imposible detener la lectura. Le robo ese principio:

Jamás será feliz quien no ha llorado,
quien no ha perdido el mar o acaso un puerto,
quien no ha tocado un cuerpo despidiéndose,
quien no ha saboreado la derrota.
El poeta Muslih Saadi intercambia opiniones sobre la felicidad con un grupo de mendigos sufíes supervivientes de la invasión mongol en Persia (Jardín de Bag-E Firuzzi. Shiraz, 1257) 

V

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